Con una entereza admirable, Julieta Prandi enfrentó una nueva etapa en el largo y doloroso camino judicial que emprendió hace más de cinco años.
El jueves 7 de agosto se celebró la segunda audiencia del juicio contra su exmarido, Claudio Contardi, acusado de abuso sexual, violencia de género y amenazas.
Un proceso legal que no solo representa la búsqueda de justicia personal: representa también a tantas personas que han sufrido en silencio horrores similares, muchas de las cuales ya no están para contarlo.
La jornada, que se desarrolló en el Tribunal Oral en lo Criminal N°2 de Zárate-Campana, de acuerdo a información proporcionada por el medio La Nación, contó con una interrupción inesperada por una sospecha de fuga de gas. Sin embargo, al reanudarse, los testimonios dieron paso a un clima profundamente conmovedor. Familiares, amigos cercanos y profesionales que acompañaron a Prandi durante su calvario compartieron relatos que retrataron a una mujer devastada, encerrada en un espiral de angustia, sometimiento y miedo constante.
“Yo era una cosa, no una persona. Lo único que quería era morirme”, declaró Julieta frente al tribunal, reviviendo en carne viva las heridas que aún no cicatrizan. “Me robaron años de vida. Fue un infierno”, agregó ante los medios al salir de la audiencia. Sus palabras fueron tan crudas como necesarias: revelaron la dimensión del sufrimiento que vivió y el impacto demoledor que la violencia ejercida puede tener sobre la identidad y la salud mental de una persona.
Durante el juicio, el Fiscal Cristian Fabio fue categórico en su acusación: detalló situaciones de abuso reiterado, coerción y maltrato psicológico, y solicitó una condena de 20 años de prisión. Por su parte, el abogado Fernando Burlando, representante legal de Prandi, reclamó la pena máxima: 50 años.
Julieta no estuvo presente en la sala cuando declaró Contardi. El acusado negó los cargos en su contra y aseguró que su relación con Prandi siempre fue consensuada. Sin embargo, los peritajes psicológicos, el testimonio de su entorno íntimo y los informes profesionales refuerzan la versión de la víctima. “Lo que vivió Julieta es indescriptible”, afirmó su psicóloga, quien la acompaña desde el inicio de este proceso.
La justicia aún no dictó sentencia, pero la voz de Julieta ya se transformó en símbolo. Su lucha no es solo contra un agresor, sino contra una estructura que muchas veces revictimiza y desacredita. El hecho de haber llegado a juicio, de haber podido hablar, de haber sido escuchada, ya marca un precedente. “Yo tengo el privilegio de estar viva para contarlo”, remarcó la actriz, visiblemente emocionada.
El juicio continuará en los próximos días con los alegatos finales. Y mientras tanto, la sociedad observa con atención. Porque lo que está en juego aquí no es solo la reparación para Julieta Prandi: es la posibilidad de que el sistema judicial comience a responder con firmeza frente a casos que durante años fueron silenciados.