María Corina Machado gana el Premio Nobel de la Paz 2025

Desde la clandestinidad, con una voz que se quebraba entre la incredulidad y la emoción, María Corina Machado, el rostro más visible de la oposición venezolana, reaccionaba a la noticia que sacudió el tablero político internacional: «¡No puedo creer esto! Soy solo una persona, no lo merezco». Pero para el Comité Noruego del Nobel, su lucha incansable por los derechos democráticos en Venezuela merecía el máximo galardón de la paz. Este reconocimiento a la «Dama de Hierro» venezolana no solo pone el foco sobre la crisis de su país, sino que también tiene un eco particular en Uruguay, donde su figura ha encontrado tanto respaldos firmes como silencios elocuentes a lo largo de los años.

El premio, anunciado este viernes en Oslo, fue otorgado a Machado por «su incansable labor de promoción de los derechos democráticos del pueblo de Venezuela y por su lucha para lograr una transición justa y pacífica de la dictadura a la democracia». El comité destacó cómo, a pesar de las «serias amenazas contra su vida», ha permanecido en el país, inspirando a millones y manteniendo «viva la llama de la democracia en medio de una creciente oscuridad».

La noticia fue celebrada de inmediato por parte del espectro político uruguayo. El expresidente Luis Lacalle Pou fue uno de los primeros en manifestarse, mostrando una coherencia con el respaldo que ya le había dado en el pasado. «Lo merece @MariaCorinaYA y en ella todo el pueblo venezolano por su lucha incansable contra la dictadura. Admiración y respeto por ella», publicó en sus redes sociales.

Este apoyo no es nuevo. Hay que rebobinar la cinta hasta 2014 para encontrar a un entonces diputado Lacalle Pou, junto a su padre y expresidente Luis Alberto Lacalle y otros legisladores de la oposición, respaldando a Machado cuando el chavismo la despojó de su banca en la Asamblea Nacional. Más recientemente, en agosto de este año, el Partido Independiente, liderado por Pablo Mieres, ya había apoyado formalmente la postulación de la líder venezolana al Nobel, calificándola como una «justa y merecida iniciativa internacional».


 

Una figura que divide aguas

Pero, ¿quién es la mujer que logró unificar a una oposición fracturada y ahora recibe este espaldarazo mundial? Ingeniera industrial con posgrados en finanzas y administración pública en IESA y Yale, Machado (58 años) irrumpió en la política desde la sociedad civil. En 2002 cofundó Súmate, una organización dedicada a la transparencia electoral que la puso en la mira del entonces presidente Hugo Chávez, quien la acusó de traición por recibir financiamiento estadounidense.

Su salto a la política formal en 2010 la llevó a la Asamblea Nacional, donde se destacó por su discurso frontal y metódico. Sin embargo, su carrera ha estado plagada de persecución: inhabilitada para ejercer cargos públicos, despojada de su banca, agredida en manifestaciones y forzada a vivir en la clandestinidad tras la controvertida elección de 2024 que el régimen de Nicolás Maduro dice haber ganado.

A pesar del reconocimiento internacional, Machado no está exenta de críticas. Sus detractores, tanto dentro como fuera de Venezuela, la señalan por sus orígenes de clase alta y su postura política de derecha liberal, que incluye propuestas como la privatización de empresas estatales, incluida la petrolera PDVSA. Su admiración declarada por Margaret Thatcher y su participación virtual en un acto del partido de ultraderecha español Vox en febrero de este año, han alimentado la narrativa del gobierno de Maduro y de sectores de la izquierda latinoamericana que la califican de «radical» y «entreguista».

Algunos críticos también recuerdan su presunto apoyo inicial al decreto del efímero gobierno de Pedro Carmona durante el golpe de Estado de 2002, aunque ella siempre ha sostenido que fue engañada para firmar lo que creía era una hoja de asistencia. Otros le cuestionan una supuesta línea dura y su cercanía con las posturas más firmes de Washington, especialmente durante la administración Trump. La Casa Blanca, de hecho, reaccionó con frialdad al premio, lamentando que no se le otorgara a Donald Trump y acusando al comité de poner «la política por encima de la paz».


 

Un premio con impacto regional

El Nobel llega en un momento de máxima tensión, con el gobierno de Maduro militarizando zonas costeras y Machado operando desde las sombras. Para sus seguidores, este premio es un «escudo», una protección que eleva el costo político de cualquier agresión en su contra. «Ahora es a prueba de balas», llegó a decir un allegado a la prensa internacional.

La propia Machado, en un comunicado posterior a su shock inicial, afirmó que el galardón es un «firme llamado para que la transición a la democracia en Venezuela se concrete de inmediato». Un llamado que, asegura, propagará «coraje y esperanza por todas las Américas».

En Uruguay, la concesión del premio a Machado reaviva el debate sobre la postura del país frente a la situación venezolana. Mientras una parte del sistema político celebra el reconocimiento a una figura que consideran un símbolo de la lucha por la libertad, se esperan las reacciones del gobierno del presidente Yamandú Orsi y del Frente Amplio. Su silencio o sus matices serán clave para entender cómo se posiciona el oficialismo uruguayo ante una decisión que, inevitablemente, confronta visiones sobre la democracia, la soberanía y los derechos humanos en el continente.

Para los miles de venezolanos que han hecho de Uruguay su hogar, huyendo de la crisis, la noticia es un bálsamo y un impulso de esperanza. El Nobel a María Corina Machado no es solo un premio a una persona; es un mensaje contundente contra la autocracia y un reconocimiento a la resiliencia de un pueblo que, como ella dijo, no se rinde.

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