Desde Valentina Camejo hasta Zoe Cazarré: Misses alzan su voz ante polémica por Reina de Las Cañas

La Intendencia de Río Negro canceló el evento más importante de la temporada para reemplazarlo por un certamen de talentos. Ante el debate social, las propias reinas y referentes del sector alzaron su voz.

La Intendencia de Río Negro tomó una decisión que cayó como un balde de agua fría, aunque para muchos/as era crónica de una muerte anunciada: la I. N. R. decidió bajarle el telón a la elección de la Reina de Las Cañas, el evento insignia del verano en el litoral y uno de los espectáculos con mayor trayectoria del país. ¿El motivo? A nivel social explican que sería un aparente cambio de paradigma que busca alejarse de los concursos de belleza tradicionales para enfocarse en el «talento» y la «representatividad».

Esta movida no es aislada. Sigue la línea de lo que ya se vio a nivel nacional y en otras comunas frenteamplistas (como el fin de la Reina del Carnaval en Montevideo), donde la ideología de género choca de frente con tradiciones populares, bajo la premisa de que estos concursos «cosifican» a la mujer.

Sin embargo, la cancelación abrupta de un sello que atrae turismo, miles de personas e identidad, generó una reacción inesperada: fueron las propias mujeres, supuestas «víctimas» de este sistema, las que salieron a defender la corona.

«Si cosificara, yo no hubiera ganado»

El golpe más duro al argumento de la cosificación vino de adentro. Zoe Cazarré, la actual soberana, rompió el silencio con un descargo contundente en sus redes sociales que desmantela el estereotipo de la «muñeca perfecta» que la política intenta combatir.

«Seamos realistas… Yo era la más bajita», disparó Zoe, enumerando una lista de características que, según los detractores de estos certámenes, deberían haberla dejado fuera: «No tenía el mejor cuerpo, soy sana sí, pero tengo estrías, celulitis y a comparación de mis caderas tengo poco pecho».

Su mensaje fue claro: la belleza que se evaluó no fue plástica, ni comprada (recordó que no fue la mejor vestida porque otras llevaban sponsors). «Si cosificara a la mujer no me hubieran elegido», sentenció, defendiendo el certamen como un espacio de autoestima y superación, no de exhibición vacía.

Zoe Cazarré en sus redes sociales expresando su perspectiva 

En la misma línea se expresó Antonela Roncheti (Reina de Las Cañas 2024), quien defendió el concurso como un evento integral que valora «presencia, valores y compromiso», recordando además el impacto económico: «Atrae turismo, genera movimiento cultural y convoca a familias».

Antonela Roncheti, Reina de Las Cañas 2024 a través de redes sociales 

Por su parte, la ex Miss Uruguay para el prestigioso concurso Miss World (el segundo certamen más importante del mundo), Valentina Camejo, también expresó su postura, considerando que el evento es el inicio para grandes embajadoras del país:

Valentina Camejo brindando su opinión en una encuesta que se realizó en redes sociales

Ni Estado inexperto, ni cancelación total: la tercera vía

La discusión, sin embargo, no es solo ideológica, sino técnica y económica. Aquí es donde entra la voz de la experiencia. Renzo Dupont, ex fundador de la agencia internacional GF Models, quien fue el principal referente de la industria en Fray Bentos, puso sobre la mesa un ángulo que la gestión pública parece ignorar: la profesionalización.

Si bien coincidió en que la Intendencia no debería organizar el evento, su argumento fue pragmático: el Estado no sabe de moda, ni de scouting, ni de seguridad para modelos. «La intendencia no tiene por qué tener especialistas en modelaje… y cuando no se tiene esto, pasa lo que pasó: ambientes inseguros y decisiones improvisadas», explicó.

Pero su crítica fue doble. Para el empresario, matar la marca «Reina de Las Cañas» es un error comercial garrafal en un departamento con urgencias económicas. «Cambiar el nombre y el enfoque implica invertir muchísimo más para posicionarlo», advirtió.

La solución para el sector privado

La solución, según el sector privado, no era destruir el evento, sino elevarlo: licitar la marca, entregarla a privados que sepan gestionarla con protocolos serios y dejar que el Estado acompañe sin jugar a ser productor de moda.

¿Evolución o retroceso?

Río Negro se queda sin su evento principal. En su lugar, vendrá un concurso de talentos que, nobleza obliga, tendrá el difícil desafío de llenar el vacío de una marca instalada durante décadas.

La pregunta que queda flotando en el balneario es incómoda: ¿Se está protegiendo realmente a la mujer al quitarle los espacios que ella misma elige habitar y defender? ¿O se está sacrificando el turismo y la tradición en el altar de una corrección política que, a juzgar por los testimonios de Zoe, Antonela y Valentina Camejo, no representa a las protagonistas?

Por ahora, Las Cañas se queda sin reina, y el verano, con un poco menos de brillo.

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